“¡Ahora todos los jugadores saben que el secreto para sobrevivir es saber qué tirar y qué conservar!”. Eso cantaba Kenny Rogers, en su éxito de los setenta The Gambler (El jugador), y no le faltaba razón. Pero el secreto de la supervivencia en un casino no solo consiste en saber cuándo retirar tus cartas o cuándo realizar tu apuesta. No se trata solo de la estrategia del Blackjack o de entender la ventaja de la casa. Para conseguir el cinturón negro de supervivencia en casinos, lo que de verdad necesitas hacer es evitar sacar de quicio al crupier.

Probablemente tu crupier esté trabajando su tercer turno de dieciséis horas seguido y no recuerda cuándo fue la última vez que durmió más de cinco horas. Se fue al bar de al lado a las nueve en punto, cuando terminó el turno de día, y se bebió dos grandes copas de vino en una hora, antes de volver a entrar para el turno de noche. Ahora está ahí de pie en la zona del Blackjack, repartiéndote cartas, cuando lo que de verdad quiere hacer es tomarse un respiro y comerse un trozo de pastel de carne. También le gustaría ir al servicio y fumarse un cigarro. Y cuando tenga un descanso, hará todo eso en menos de veinte minutos, porque ese es todo el tiempo que tiene.

Créeme, yo fui crupier. Durante más de diez años, trabajé en varios casinos de Londres, repartiendo en el Blackjack, la ruleta, el poker y Punto Banco. A menudo tenía turno doble, resaca y casi siempre estaba muy cansado. Sé que la mayoría del resto de crupieres también lo estaban. Así que, no importa lo bueno que seas con tu estrategia básica, o lo preciso que seas a la hora de predecir la sección de la ruleta, si quieres ganar, necesitas tener a los crupieres de tu parte. Su capacidad para tener paciencia y buena voluntad ya está muy trillada, así que, a menos que quieras que la mente colmena del personal de juego desee que pierdas todo tu dinero, asegúrate de no hacer nada de lo siguiente…

COMER EN LA MESA

COMER EN LA MESA

“Comían alitas de pollo con la boca abierta y cuando retirabas sus apuestas de la mesa, sus fichas tenían restos de pollo”, comenta Ed. “Tenían salsa agridulce en sus dedos y la extendían por toda la mesa”, añade con tono traumatizado. Jack recuerda fideos y sopa de aleta de tiburón por toda la mesa y Paige se siente incómoda con los apostadores escupiendo comida por toda la mesa. “¡Comían tiras de pescado que apestaban! Sinceramente, ¡es repugnante!”, afirma Paige. Pero no es solo el olor o las salpicaduras de comida en su cara, “¡es la porquería!”, afirma, pensando en las grasientas piruletas de chuletas de cordero (esto es, carne en un palo) goteando por toda la mesa de juego. “Las cartas y las fichas se quedan pegadas. ¡Tienes que separarlas una a una y limpiarlas con pañuelos, así que se retrasa todo el juego!”, afirma Paige. Pero, beber sí que se puede, ¿verdad? No. Nunca pongas tu bebida en la mesa de juego, jamás. “Una vez una señora vertió una copa entera de vino sobre mi mesa. ¡No hay nada más desagradable que el fieltro empapado!”, comenta Jack. Así que ya sabes, mantén tu bebida lejos de la mesa y cómete tus patatas fritas y refritas en el restaurante. Solo por el hecho de que puedas comer en las mesas de juego no significa que debas hacerlo...

SPREADING SALIVA AND SPAWNING MUCUS

ESPARCIR SALIVA Y MOCOS

“Solía toser flemas verdes sobre su café. ¡Era una p*** porquería!” afirma Sophie recordando las costumbres de un apostador habitual. Jack, que presenció una conducta similar. Recuerda asqueado a “los que hacían ruidos horribles con la nariz cuando iban a escupir y luego escupían en un cenicero o en un posavasos. ¡Vaya asco!”. Pero al menos esta saliva iba a parar a los objetos. Una vez, a Tim le estornudó un apostador en el brazo cuando despejaba la mesa de la ruleta, y a Curtis, un director del casino por aquellos entonces, le escupió un jugador en la comida cuando estaba sentado en el restaurante. Otro jugador le escupió en la cara a Sophie en la mesa de Blackjack. Dice que era conocido por hacer cosas así. “Tenía un comportamiento repugnante”. Es un comportamiento repugnante. Te puedo asegurar que a menos que te parezcas a uno de los actores de Ocean's Eleven, nadie del casino quiere tu saliva en nada que esté cerca de ellos. Y mucho menos quieren verla nadando en vasos y ceniceros.

CRYING TEARS OF SELF-PITY

LÁGRIMAS DE AUTOCOMPASIÓN

Sip, las lágrimas son otro fluido corporal que nos gustaría que te guardaras para ti. Solía repartirle en el Blackjack a un chico que empezaba a llorar cuando veía que las cartas no le favorecían. “¡No es justo!”, decía con los ojos llorosos. Mi amigo Tim estaba en la mesa de al lado agitando una caja de pañuelos para que le viera mientras tarareaba la canción “Dry Your Eyes” de The Streets. Algunas veces me pasaba una caja de pañuelos a mi mesa mientras me susurraba la parte de la canción en la que hablan de secarse las lágrimas: “Dry your eyes mate, I know you want to make her see how much this pain hurts, but you've got to walk away now, its o-o-o-o-ver...”. Casi acabo llorando yo, pero por aguantarme la risa. 

¿No sentía compasión al verlo llorar? Pues la verdad es que no. Podía permitirse perder en una sola noche más de lo que yo ganaba en un año. Pedirle compasión a un crupier es como detenerse al lado de un hombre con un Skoda quemado y decirle que tienes un arañazo en tu Mercedes. Colega, le da exactamente igual.
  WEARING THE SAME CLOTHES UNTIL YOU STINK OF DEAD DOG

LLEVAR LA MISMA ROPA HASTA QUE HUELAS A PODRIDO

Solía repartirle a una mujer que jugaba a Punto Banco y olía como las tripas de un cerdo. Con sus pantalones sin una arruga, parecía normal si la mirabas desde lejos, pero cuando te acercabas, olía a pescado podrido. A veces, se quedaba ahí durante casi 40 horas y teníamos que activar la alarma de incendios para que se fuera. Ed, que comprende mi sufrimiento, cuenta: “Recuerdo a un par de tipos que olían tan mal que los otros apostadores de la mesa y los crupieres se negaban a acercarse. El hedor era tan desagradable que casi te hacía vomitar. Los directores se lo echaban a suerte y el que perdiera tenía que decirles que se fueran porque olían fatal”. Paige también ha pasado por esto. “Teníamos un director que les decía claramente a los apostadores que se fueran a sus casas, se ducharan y se cambiaran de ropa antes de volver, pero los directores nuevos no tienen narices para hacer eso. Así que me siento ahí y empiezo a hablar en voz alta del olor con mi amiga Sheila de la mesa de al lado, esperando que capten la indirecta”.

Samantha Rea es una periodista de Londres y antigua crupier. Puedes encontrar su Twitter aquí